Por Alexandra Avilán
Las palabras esas “perras negras”, como diría Cortázar, sintetizan un término para expresar lo que puede contener tanto significado. Nostalgia es una de ellas. Se deriva del griego nóstos —regreso— y algía –dolor—: podría leerse como dolor de regresar. La Real Academia Española la describe como “Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o de los amigos”; “Tristeza o melancolía originada por el recuerdo de una dicha o perdida”.
Escuchar la palabra —nostalgia— suena triste, sin embargo, no todo es dolor en ella, también puede evocar momentos efímeros donde fuimos felices; donde nos sentimos vivos; donde llevamos el recuerdo para alimentar un poco el alma. Escribir este ensayo ha removido mi condición de migrante. Me hace recordar personas y lugares donde sentí alegría, donde fui feliz. Este ejercicio me hace sudar los ojos de pura nostalgia, no más. Me hace pensar en mamá y papá, en el sonido de la puerta de casa al cerrarla, de la carretera que va quedando atrás cada vez que me voy, de la pista que me despega de donde soy.
Pensar en el término —nostalgia— nos lleva a recordar algo que fue, una sensación, un sentimiento de alegría o pena, de añoranza por el hogar o por un lugar, de un tiempo pasado, el anhelo por volver. Pero ¿qué dispara o estimula la nostalgia? Puede ser la música, palabras, olores, sabores, imágenes (nostalgia de sentidos) que nos transportan a un momento específico que el alma capturó, una experiencia que tuvimos y se quedó en el recuerdo. Tesoros o penas que vamos guardando para recrearlas cuando hay poca acción. Esos recuerdos nos devuelven personas, lugares, épocas, espacios, sensaciones, emociones, sentimientos, ilusiones, momentos.
La nostalgia no es tan mala y despiadada como algunas personas la perciben. Nos puede inspirar a plasmar una idea o hacer catarsis. Como el libro de Proust “En busca del tiempo perdido” que es una oda al pasado, a la infancia (voy en la mitad del primer tomo, es denso y me hace recordar mi infancia, lo que disipa la lectura); o como el día exclusivo para celebrar la nostalgia en Uruguay ¡por ejemplo! Sí, aquí se celebra la nostalgia y es por ley.
Todo empezó por un locutor de una emisora que, en el año 1978, tuvo la acertada iniciativa de recordar los éxitos musicales de años pasados en una fiesta que realizó para promocionar los contenidos de su emisora. Consideró incluso, realizarla un día antes de un feriado no laborable aquí en Uruguay ¡Brillante!
La fiesta tuvo tanta acogida desde ese entonces que en el año 2004 por la ley 17.825 se denominó la noche del 24 de agosto de cada año, como la “noche de la nostalgia” en Uruguay. Aquí existe la fiesta nacional de la nostalgia. Y no es casualidad, si hay algo que se puede sentir y respirar en Uruguay (a parte de la humedad), es la nostalgia.
Nací en Colombia y hace más de 6 años vivo en Uruguay. Los primeros meses en Montevideo, cuando muchas cosas eran nuevas para mí, cada vez que tomaba un bondi (bus) o taxi, escuchaba canciones viejas que no recordaba y que fueron parte de mi adolescencia y juventud ¡me encantó! Ahora ya lo incorporé como algo natural. Todavía me gusta, aunque ya no me sorprende.
La música y la nostalgia es un combo perfecto que usamos para divertirnos, para recordar como pensábamos, sentíamos o vivíamos antes ¿No les pasa que siempre volvemos a esos temas que nos hicieron felices en algún momento de nuestra vida, o que fueron parte de algo importante? En mi caso, me hacen recordar que he vivido, que habito un cuerpo, que siento y que con cada tema musical nuevo puedo capturar nuevos y lindos recuerdos para el corazón.
No importa si es el día de la nostalgia, puede ser cualquier fiesta, aquí la nostalgia perdura, se aferra a la mayoría de los uruguayos, quizás porque gran parte de su población desciende de generaciones de migrantes y en su ADN quedó incorporado esa ausencia de patria de sus antepasados. Esa es una posible explicación que le doy al sentimiento de nostalgia que se siente en el Sur.
Aquí la fiesta explota cuando ponen un clásico, un hit pasado, más si es un tema de rock o cumbia. Mientras estaba en proceso de escribir el ensayo, me empezaron a ocurrir sucesos relacionados con la nostalgia y la música en Uruguay. Una de ellas fue ir a un toque de rock de los noventa con una amiga uruguaya. Días después en casa escuchando música, sonó una de los Chili Peppers y me disparó un sentimiento. Tuve la sensación que con ella había vivido momentos de los noventa como si fueran reales, como si hubieran ocurrido ¡así lo sentí! La música y la nostalgia lo que pueden llegar a hacer, muy loco ¡no!
También hay otros momentos y otra música que hace aflorar la nostalgia aquí en el paisito, puede ser el recuerdo de viejos amores o de situaciones que nos marcaron el alma. Aquí entran a jugar el agua del Río de La Plata y el tango. La rambla de Montevideo, con más de 87 años de existencia, que serpentea una parte de la costa del Río de La Plata, tiene un imán para conectar con las aguas profundas de nuestro ser. Debe ser porque nuestro cuerpo está compuesto en un 60 -70% de agua ¡quiero pensar que es eso! Caminar por la rambla de Montevideo te salva, te aclara, te aquieta, te ilumina, te conecta contigo mismo. La rambla sirve como calmante o antídoto cuando acecha la nostalgia en su versión triste. Y cuando lo que acecha son las penas del corazón, no hay mejor música para hacer catarsis que el tango. Esa unión del bandoneón, contrabajo, violín y piano, que te vuelve a hacer suspirar por lo que ya fue, que se introduce en tu ser para invadir las fibras más finas de los sentimientos más puros que alguna vez tuvimos. En fin, como diría aquella canción… “vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor”.
La nostalgia, ese sentimiento al que acudimos para volver a sentir lo que alguna vez vivimos o recordar las ideas que alguna vez tuvimos, para agarrar fuerzas y seguir avanzando.